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Esto que vas a leer en este blog son algunos "detalles" que tus profesores de historia no creyeron que fuera necesario contarte.

sábado, 22 de agosto de 2015

Ad Verecundiam




Actualmente, numerosos estudiosos se niegan a discutir los argumentos del revisionismo, alegando que al hacerlo, se daría a los revisionistas una legitimidad injustificada, lo cierto es que no desean entrar en el debate.

Sin embargo, los revisionistas nunca han considerado como pérdida de tiempo o esfuerzo responder a las diversas críticas y contra-argumentos planteados por los Holocuentistas profesionales, porque al hacerlo, además de que así promueven el debate abierto y logran acercarse a verdades más exactas, también revelan los defectos argumentativos de sus detractores, cosa que éstos no han podido hacer sin recurrir a cuestiones legales o sentencias de juicios políticos promovidos por grupos de presión judíos, que no tienen nada que ver con la historiografía y en donde el acusado ni siquiera tiene derecho a a declararse inocente o a intentar defenderse demostrando que tiene razón, porque de hacerlo, él y su abogado estarían negando el Holocausto y serían objeto de una nueva acusación.




En ocasiones, cuando los Holocuentistas expresan este tipo de "argumentos", los revisionistas se preguntan entonces qué hay de los genocidios históricos olvidados, como el de la masacre de Dresde o los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, auténticas atrocidades cometidas por los aliados que casi nadie recuerda y por las que nunca hubo un juicio por crímenes contra la humanidad hacia sus perpetradores.

Aquí los Holocuentistas creen felizmente encontrar un punto débil en el revisionismo, acusándolo falsamente de relativizar el Holocausto o de reclamar un "contra-genocidio" al estilo de la falacia tu quoque, con el presunto fin de hacer una confusión entre las víctimas y los verdugos y transformar así a los alemanes en víctimas y excluyéndolos de cualquier tipo de responsabilidad moral, porque, señalando acertadamente, las auténticas atrocidades aliadas no justifican la negación del imaginario Holocausto.


Para desprestigiar las investigaciones revisionistas, también suelen señalar que algunos revisionistas no son historiadores profesionales o titulados, lo cual es cierto como en el caso del historiador David Irving, quien es un historiador aficionado, pero cuyas obras han sido elogiadas por diversos círculos académicos y ha sido considerado como el mayor especialista de la Segunda Guerra Mundial, por la gran cantidad de documentación de primera mano que posee y que ha utilizado para sus estudios, una característica inusual en historiadores de este período, quienes generalmente basan sus obras en fuentes de segunda y tercera mano.

Por otra parte, el hecho de que gran número de los difusores del Holocausto sean judíos e incluso sionistas, suele no ser tenido en cuenta en absoluto por el gran público a la hora de evaluar su objetividad o su predisposición a producir libros y películas con sesgo político. 


Mientras que si un nacionalsocialista o militante de derecha investiga el mismo hecho histórico, a menudo se intenta desacreditar de antemano todo su trabajo en base a su filiación política, como manipulador y mentiroso. Probablemente otro de los absurdos producto de la masiva campaña de propaganda lanzada por el Lobby judío desde hace décadas.


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