Escribe el corresponsal Durrance:
Desde que los rusos entraron en Viena, ellos han realizado una campaña de saqueo que la ha despojado hasta el hueso. Los trenes de tropas Rojas de despliegue salen de las estaciones cargados con el botín de los soldados: sillones, sofás, bicicletas, estatuas. Cuadrillas de soldados han registrado departamentos enteros de arriba abajo, entrando a la fuerza en cada uno de ellos, tomando todo lo que llamara su atención.
En los primeros días de su ocupación, los soldados Rojos hicieron un hábito de detener a civiles en las calles a punta de pistolas, exigiendo sus relojes, pulseras, joyas y dinero. Tres meses después de su entrada, esto todavía continúa.
Las historias de violaciones son muy frecuentes, y es difícil verificar la mayor parte de ellas. Sé de una muchacha vienesa que está ahora en el hospital después de que dos soldados del Ejército Rojo mataron a su padre y la violaron.
Las historias de violaciones son muy frecuentes, y es difícil verificar la mayor parte de ellas. Sé de una muchacha vienesa que está ahora en el hospital después de que dos soldados del Ejército Rojo mataron a su padre y la violaron.
He tenido noticias de varias fuentes de que durante las primeras semanas aquí los rusos se acercaban a un edificio de departamentos y, juzgando por su tamaño, demandaban del propietario que un cierto número de mujeres les fuera entregado para su placer. Verdad o no, es ciertamente verdadero que 99 de cada 100 muchachas vienesas viven en un temor mortal hacia los rusos.
El corresponsal Walton reportó que una mujer de Viena de mediana edad le dijo desanimadamente:
El corresponsal Walton reportó que una mujer de Viena de mediana edad le dijo desanimadamente:
Supongo que será imposible incluso para EE.UU. enviarnos toda la comida que necesitamos para sobrevivir. Pero lo menos que los Aliados pueden hacer es distribuír veneno a aquellos que lo quieran. Ahora ni siquiera tenemos algún modo de suicidarnos. Usted verá cuando el suministro de gas sea restablecido otra vez cuántos de nosotros nos suicidaremos antes de que pasemos hambre hasta la muerte.
Al menos 10 millones de hambrientos alemanes estaban siendo desarraigados de sus antiguas casas en Prusia del Este, Pomerania, Silesia y Sudetenland, por los nuevos dueños polacos, checos y rusos.
Los vagabundos inundan los caminos en la Alemania ocupada por los rusos. En harapos, con los pies descalzos, con niños en sus brazos, y con los deteriorados restos de sus hogares apilados en cochecitos de niños, carretas y carretillas, ellos caminan con dificultad hacia el Oeste. Pero ellos fueron excluídos de las zonas británica y estadounidense. Ninguna UNRRA, Comisión de Naciones Unidas para la Ayuda y Rehabilitación, 1943-1947 estaba a mano para ayudar, aunque el problema de aquéllos sobrepasaba enormemente al de las Personas Desplazadas en otras partes de Europa...
Muchos vagabundos estaban más allá del punto de socorro, o de siquiera solicitarlo. Típica fue una escena en el alguna vez moderno distrito de Dahlem, en Berlín, ahora parte de la zona estadounidense. Un canoso anciano estaba en una cuneta. Al lado de él una andrajosa mujer cadavérica se apoyó completamente desanimada contra un árbol lleno de cicatrices de bombardeos. En el pavimento delante de ellos yacía un gran bulto envuelto en un raído vestido negro y amarrado por una cuerda atada alrededor de los tobillos y el cuello del cadáver que estaba dentro. Los tres eran refugiados del Este. Ellos estaban haciendo dedo para salir de la ciudad hacia un punto donde los muertos pudieran ser sepultados y la vida pudiera continuar.
Los vagabundos inundan los caminos en la Alemania ocupada por los rusos. En harapos, con los pies descalzos, con niños en sus brazos, y con los deteriorados restos de sus hogares apilados en cochecitos de niños, carretas y carretillas, ellos caminan con dificultad hacia el Oeste. Pero ellos fueron excluídos de las zonas británica y estadounidense. Ninguna UNRRA, Comisión de Naciones Unidas para la Ayuda y Rehabilitación, 1943-1947 estaba a mano para ayudar, aunque el problema de aquéllos sobrepasaba enormemente al de las Personas Desplazadas en otras partes de Europa...
Muchos vagabundos estaban más allá del punto de socorro, o de siquiera solicitarlo. Típica fue una escena en el alguna vez moderno distrito de Dahlem, en Berlín, ahora parte de la zona estadounidense. Un canoso anciano estaba en una cuneta. Al lado de él una andrajosa mujer cadavérica se apoyó completamente desanimada contra un árbol lleno de cicatrices de bombardeos. En el pavimento delante de ellos yacía un gran bulto envuelto en un raído vestido negro y amarrado por una cuerda atada alrededor de los tobillos y el cuello del cadáver que estaba dentro. Los tres eran refugiados del Este. Ellos estaban haciendo dedo para salir de la ciudad hacia un punto donde los muertos pudieran ser sepultados y la vida pudiera continuar.
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