Einzig Palil, un sionista de nacionalidad canadiense, sostiene una posición similar, exigiendo el desmembramiento de Alemania y la total demolición de su industria. Ivor Duncan, sionista inglés, en un divulgadísimo artículo periodístico titulado "La Secuela del Pangermanismo" aconsejaba la esterilización de 40 millones de alemanes, aquilatando el costo total de esa optación en unos 5 millones de libras esterlinas. Todavía otro sionista, Douglas Miller, éste de nacionalidad estadounidense, estimaba que 80 millones de alemanes eran demasiados. Humanitario el hombre, rechazaba los sistemas drásticos, pero preconizaba una regulación de las importaciones y las exportaciones, de manera que unos cuarenta millones de alemanes perecieran de hambre.
Pero el ejemplo más curioso es el libro de otro sionista, éste de Nueva York, Maurice Gomberg, este Gomberg era un hombre enteradísimo de los entresijos de la Gran Política mundial. En su libro aparece un mapa de lo que será el mundo después de la guerra. En dicho mapa Rusia se ha anexionado media Polonia, los Estados bálticos, la Rutenia Transcarpática, la Besarabia, Bukovina, Prusia Oriental y Carelia septentrional. También se ha anexionado las islas Kuriles y el Sur de la isla de Sakhalin, así como Manchuria. China, Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Albania, Yugoslavia y Bulgaria aparecen como Estados vasallos de la URSS. Alemania está partida en dos trozos. También se hallan divididas Corea, Indochina y Berlín. Este reparto del mundo, como sabemos, coincidiría con el que, cuatro años después, acordarían Roosevelt y Stalin, con un Churchill cada vez más descolgado, en Yalta. Aún hay más cosas en ese mapa profético. Los Imperios ultramarinos inglés, holandés y francés, han desaparecido, pasando como vasallos, ora a la URSS, ora a Estados Unidos... ¡Qué premonición más fantástica!...
¿No parece increíble?... Sobre todo, si tenemos en cuenta que el libro fue escrito antes de Pearl Harbor, es decir, antes de la entrada de Estados Unidos en la contienda. Todo esto se sabía en Alemania y, como es natural, endureció aún más la resistencia del país, costando millones de vidas a alemanes y Aliados la prolongación innecesaria de la guerra, y siendo causa inmediata del hundimiento de los Imperios coloniales de los enemigos de Alemania, excluyendo a la URSS y, por unos pocos años, a Estados Unidos. Debemos tener muy presente que la exigencia de una rendición incondicional no tiene precedentes en la Historia Universal.
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