En Checoslovaquia el gran maestro de ajedrez Ludek Pachmann cuenta lo siguiente sobre lo que ocurrió a los alemanes en Praga: Si hay un infierno en la tierra, estaba en Praga el 5 de mayo de 1.945. En las farolas de mi amada ciudad había colgados de los pies y como antorchas vivientes, hombres de las SS.
Bandas armadas que se llamaban partisanos expulsaba gente de sus casas. En la desembocadura del Wassergasse colgaban tres cadáveres desnudos, con amputaciones que los hacían irreconocibles, les habían sacado todos los dientes, la boca era un agujero sangrante. Otros alemanes eran obligados a arrastrar a sus muertos en Stefangasse. Ancianos, mujeres, niños eran torturados, castigados hasta la muerte. Violaciones, bárbaras atrocidades.
Yo no cuento estas barbaridades para difamar a mis compatriotas sino porque estoy convencido de que solo habrá entendimiento entre los pueblos cuando todos reconozcan cómo ocurrieron los hechos".
Las matanzas son innumerables y se repiten por todo el territorio, como por ejemplo la Matanza de Postoloprty.
Otro ejemplo de lo que sucedía con frecuencia es el de Aussig, el 31 de julio de 1945, cuando unos 2.700 alemanes fueron exterminados por los checos. Los casos eran tan frecuentes que llegaron a oídos occidentales y la prensa protestó por estos hechos, aún a pesar del espíritu antialemán imperante después de la guerra. El The Economist de Londres del 15 de septiembre de 1945, escribiría: Los alemanes, sin duda, merecen castigo, pero no mediante torturas de este tipo.
Las autoridades de las tropas de ocupación norteamericanas, asentadas entre otras regiones en la frontera con Checoslovaquia, tuvieron que tomar medidas para disminuir el creciente “estado de ánimo anticheco” que se registraba en sus tropas, que podían ver a diario las monstruosidades que cometían los checos comunistas contra las personas inocentes de etnia alemana.
Como escribía Víctor Gollancz en su libro Nuestros valores amenazados (1946): Los alemanes fueron expulsados, no ya con una total ausencia de cualquier consideración, sino con un máximo de brutalidad.
Recomiendo leer algunos testimonios. No se trata de excepciones. En todos los territorios de donde son expulsados los alemanes étnicos se repiten las mismas escenas de brutalidad.
Al este del Oder se evacuaron 700.000 personas, pero en la localidad de Striegau, a 50 kilómetros al suroeste de Breslau, 15.000 personas no pudieron huir y sufrieron toda la furia del Ejército Rojo. Cuando la Wehrmacht recuperó Striegau en marzo de 1945, encontró una ciudad adoquinada de cadáveres.
A día de hoy siguen apareciendo con más de 1.800 cuerpos encontrada en Marlbork, Polonia.
Churchill, que había sido uno de los principales defensores de la política de expulsiones, declaraba en la Cámara de los Comunes el 16 de Agosto de 1945: Estoy particularmente afectado, en este momento, con las noticias sobre las condiciones de expulsión, y éxodo de los alemanes de la nueva Polonia....Escasas narraciones de los sucedido y de lo que está sucediendo se están filtrando, pero no es imposible que se esté produciendo una tragedia de escala prodigiosa detrás del telón de acero que en este momento divide Europa.
Las matanzas son innumerables y se repiten por todo el territorio, como por ejemplo la Matanza de Postoloprty.
Otro ejemplo de lo que sucedía con frecuencia es el de Aussig, el 31 de julio de 1945, cuando unos 2.700 alemanes fueron exterminados por los checos. Los casos eran tan frecuentes que llegaron a oídos occidentales y la prensa protestó por estos hechos, aún a pesar del espíritu antialemán imperante después de la guerra. El The Economist de Londres del 15 de septiembre de 1945, escribiría: Los alemanes, sin duda, merecen castigo, pero no mediante torturas de este tipo.
Las autoridades de las tropas de ocupación norteamericanas, asentadas entre otras regiones en la frontera con Checoslovaquia, tuvieron que tomar medidas para disminuir el creciente “estado de ánimo anticheco” que se registraba en sus tropas, que podían ver a diario las monstruosidades que cometían los checos comunistas contra las personas inocentes de etnia alemana.
Como escribía Víctor Gollancz en su libro Nuestros valores amenazados (1946): Los alemanes fueron expulsados, no ya con una total ausencia de cualquier consideración, sino con un máximo de brutalidad.
Recomiendo leer algunos testimonios. No se trata de excepciones. En todos los territorios de donde son expulsados los alemanes étnicos se repiten las mismas escenas de brutalidad.
Al este del Oder se evacuaron 700.000 personas, pero en la localidad de Striegau, a 50 kilómetros al suroeste de Breslau, 15.000 personas no pudieron huir y sufrieron toda la furia del Ejército Rojo. Cuando la Wehrmacht recuperó Striegau en marzo de 1945, encontró una ciudad adoquinada de cadáveres.
A día de hoy siguen apareciendo con más de 1.800 cuerpos encontrada en Marlbork, Polonia.
Churchill, que había sido uno de los principales defensores de la política de expulsiones, declaraba en la Cámara de los Comunes el 16 de Agosto de 1945: Estoy particularmente afectado, en este momento, con las noticias sobre las condiciones de expulsión, y éxodo de los alemanes de la nueva Polonia....Escasas narraciones de los sucedido y de lo que está sucediendo se están filtrando, pero no es imposible que se esté produciendo una tragedia de escala prodigiosa detrás del telón de acero que en este momento divide Europa.
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