En la historia reciente de Europa ha habido tres grandes líneas de pensamiento que terminaron por enfrentarse en lo que podríamos considerar la primera guerra civil europea: la Segunda Guerra Mundial. Los artistas y científicos, lógicamente, no se mantuvieron al margen del conflicto y como es natural su pensamiento compartió una visión del mundo con los movimientos políticos a los que pertenecían; no pocos militaron en el bando que resulto derrotado.
Durante la posguerra europea ocurrieron cosas terribles, y una de ellas fue que los europeos fuimos condenados a la amnesia cultural. Aun antes de finalizada la guerra comenzó una caza de brujas a una escala sin precedentes en la historia, cientos de intelectuales fueron perseguidos y miles de obras fueron condenadas al ostracismo o destruidas junto con sus autores.
No sería exacto decir que los europeos renunciáramos a una parte de nuestro pasado cultural, sencillamente nos lo robaron: las fuerzas de ocupación que decían liberar Europa junto con los marxistas, llevaron a cabo una de las mayores purgas culturales de la historia de la humanidad e ideas hombres y obras fueron proscritos.
A pesar de ello, en la conciencia colectiva europea es algo que sencillamente nunca ocurrió. ¡Bienvenidos al mundo de Orwell!
Muchos son los grandes hombres de la época que expresaron su pensamiento: Paul Morand, Robert Brasillach, Ernst Jünger, Arno Breker, Ezra Pound, Knut Hamsun, Robert Brasillach y Louis-Ferdinand Céline ...
¿Cuál es el motivo por el que sus obras han desaparecido de los catálogos literarios, de las estanterías de las bibliotecas, de los libros de texto? ¿Cuál es el motivo por el que uno de los más grandes escritores en lengua francesa del siglo XX ha sido literalmente borrado de la historia y siendo sus obras imposibles de encontrar?
Los artistas sufrieron peor suerte, no parecían tener ninguna utilidad para el nuevo orden que se había instaurado en Occidente debía resultarles cuanto menos embarazoso explicar al gran público la existencia de tanta genialidad equivocada. En ocasiones fueron perseguidos, pero sobre todo fueron condenados al olvido: todo autor que no comulgaba con una visión mercantil o marxista del mundo fue condenado al ostracismo.
El sistema es bien sencillo, sacamos un autor de los libros de texto y de las aulas, luego dejamos de subvencionar sus obras y en pocos años una bruma espesa habrá ocultado a dicho autor para el gran público de forma más efectiva que la mejor censura.
Por eso los que creemos que existe una tercera vía entre la usura del liberalismo y los cantos de sirena del marxismo, debemos rescatar del olvido en que han caído para el gran público autores como Víctor de la Serna, Agustín de Foxá, Sánchez Mazas y en el plano internacional podríamos mencionar a Knut Hamsun, Robert Brasillach y Louis-Ferdinand Céline entre muchos.
No es que tengamos que vivir del pasado o que ellos sean el futuro, es sencillamente que a hombros de estos gigantes es como podremos seguir avanzando hacia el futuro aquellos que creemos que este mundo puede responder a algo que no sea el marxismo o la ley de la oferta y la demanda.
No dejes que te engañen, la cultura ni es ni ha sido nunca patrimonio de la izquierda, de hecho la mayoría de sus ¿intelectuales? no sobrevivirían a un mundo sin subvenciones.
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