Las hordas rusas que llegaban tras los disciplinados veteranos del frente exigían el derecho de los conquistadores: las mujeres de los conquistados.
Úrsula Roester dormía en el sótano de una casa de Zehlendorf junto con sus padres, sus hijas gemelas de seis años, y Bernard, su hijo de siete meses, cuando cuatro soldados rusos golpearon la puerta con la culata de sus fusiles. Registraron el refugio. Un soldado ruso encontró un frasco de perfume francés. Lo destapó, lo olió y lo derramó sobre su uniforme. Otro encañonó a los padres e hijos de Úrsula y los encerró en el sótano. A continuación, los cuatro se turnaron para violarla.
En el libro, Berlín: La caída, 1945 del profesor Antony Beevor. El autor ha utilizado una gran cantidad de fuentes documentales, tanto oficiales como privadas para poder explicar una serie de cuestiones como son los padecimientos de la población civil alemana, sobre todo en Pomerania y Prusia Oriental, donde se dio un gran éxodo humano y donde las tropas soviéticas cometieron todo tipo de desmanes, totalmente condenables e injustificables.
De las mujeres violadas en Berlín, un 10% murió, la mayoría por suicidios. La tasa de mortalidad del casi millón y medio de mujeres violadas en el este de Prusia, Pomerania y Silesia, dice, es más elevada. En el caso de las embarazadas, se estima que el 90% abortó. Las que optaron por seguir con el embarazo, dieron al bebé en adopción porque no soportaban la vergüenza. En 1946, el 3,7% de los niños nacidos en Berlín eran hijos de rusos.
Se cree que unos dos millones de mujeres fueron violadas, agredidas o asesinadas por los soldados del Ejército Rojo en su avance sobre Alemania, pero el libro de Beevor revelará horrores aún mayores. "Cuando el Ejército Rojo llegó a Berlín, los soldados ya consideraban a las mujeres una especie de botín carnal", afirma. "Creían que podían hacer lo que quisieran, ya que estaban liberando Europa". En algunos casos las mujeres de una calle entera fueron violadas: abuelas, embarazadas, incluso mujeres que se encontraban en su lecho de muerte.
Según el representante del Vaticano en Berlín, en octubre de 1945, seis meses después del final de la guerra, miles de mujeres permanecieron semanas escondidas en los tejados para eludir los saqueos y registros de los escuadrones del Ejército Rojo quienes, cuando se emborrachaban, avivaban su apetito sexual.
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