La Alemania previa a la guerra era vista como una tierra pacífica de cuentos de hadas y castillos de ensueño, y de una gente laboriosa, respetuosa de la ley y disciplinada. Alemania fue admirada por el mundo como un centro de aprendizaje, por su alta cultura y por sus logros en cada campo, pero también por su cultura de honestidad, trabajo duro, orden y economía, que existía incluso en el nivel más bajo de la sociedad.
Como resultado de haber perdido dos apocalípticas guerras mundiales, Alemania ha adquirido una reputación como la nación malvada de Europa, y quizá como la nación malvada de todos los tiempos. Sólo la mención de la palabra "alemán" todavía hace aparecer en la mente de algunos una imagen de robóticas tropas de asalto, marchando con el paso de ganso, bajo las órdenes de ceremoniosos oficiales prusianos, listos a marchar para inferir asesinatos gratuitos y destrucción sobre sus vecinos amantes de la paz.
Hemos sido lavados de cerebro por la implacable propaganda para considerar a los alemanes como intrínsecamente militaristas, agresivos, brutales, racistas y anti-judíos, con una predilección por la obediencia ciega a figuras de autoridad. Cientos de películas de Hollywood, la incansable propaganda del "Holocausto" e innumerables libros y artículos de revista han reforzado permanentemente esta imagen negativa de Alemania en la mente popular. No se requieren motivos racionales para los inexplicables horrores de los que se acusa a los alemanes que cometieron rutinariamente. Es axiomático que su naturaleza malvada explica todo esto.
Considere la película "La Lista de Schindler" del director judío Steven Spielberg, por ejemplo. El comandante nacionalsocialista del campo de concentración (supuestamente el campo Plaszow fuera de Cracovia, no lejos de Auschwitz), está sin camisa en el balcón de su casa con un rifle de caza sobre sus hombros desnudos. El rifle está equipado con una mira telescópica. En la película, la casa está localizada en una colina encima del campo de modo que él pueda mirar los grupos de prisioneros que se mueven alrededor en el recinto abajo. Él levanta el rifle y lo apoya en su hombro y por el telescopio comienza casualmente a explorar de un preso al otro. La imagen que se ve por el telescopio ahora llena la pantalla de la película. Las líneas de la mira telescópica se detienen en un preso seleccionado al azar. Él tira del gatillo y el preso cae a tierra, muerto. La pantalla entonces regresa al comandante nacionalsocialista para mostrar el aburrido desapego con que él actúa al provocar la descarga de su rifle y casualmente lo levanta hasta su hombro. Él dispara otra vez, y nuevamente un preso cae a tierra, muerto.
Aburrido con su "práctica de tiro" él vuelve su atención a la hermosa, atractiva y desnuda mujer que está en una cama justo dentro de la casa desde el balcón. La mujer es supuestamente una de sus criadas judías seleccionadas del campo, quien también por lo visto sirve como su esclava sexual. La cara de él expresa un desdeñoso aunque indiferente cinismo. El propósito de los disparos, así como presentar a la criada desnuda (la que resulta ser judía, ¿qué otra cosa?), es mostrar al oficial nacionalsocialista como totalmente depravado, sin conciencia, moralidad o empatía por otros humanos; en resumen, un psicópata. Se supone, por supuesto, que los prisioneros asesinados eran todos judíos. Dos populares temas judíos son combinados aquí: los malvados nacionalsocialistas y la persecución judía.
Este episodio es completamente ficticio, basado en una novela de Thomas Keneally, un australiano que sólo visitó los campos de concentración una vez en 1980 y que no tenía ningún verdadero conocimiento de lo que ocurrió allí. Ningún acontecimiento real como el descrito ha sido registrado alguna vez, y sin embargo la gran mayoría de los asiduos a las películas se lo traga entero y lo acepta como historia real. El verdadero campo Plaszow estaba localizado al otro lado de una colina desde la casa del comandante, y completamente fuera de la vista desde el balcón del comandante. Hubiera sido imposible para él disparar hacia el recinto como se muestra en la película, incluso si él hubiera estado inclinado a hacer aquello, lo que es muy improbable.
El comandante real de Plaszow, Amon Goeth, en el cual está basado el personaje de la película, vivía en la casa con su novia Ruth Kalder, con quien él tenía un hijo. Ruth dijo que ellos tenían la intención de casarse, pero eran incapaces de hacer eso debido al caos al final de la guerra. Ella cambió su apellido y el de su hijo a Goeth después de la guerra con la ayuda del padre de Amon Goeth. Amon Goeth fue ahorcado después de la guerra por el gobierno polaco (el gobierno polaco de posguerra era completamente judío, a propósito) principalmente por ser un miembro del Partido Nacionalsocialista y un miembro de las Waffen-SS, no por disparar a los prisioneros. Ruth describió a Amon Goeth como un hombre culto que tenía una hermosa voz de canto. Goeth, en efecto, tenía realmente dos criadas judías seleccionadas del campo mientras él era el comandante, pero ellas no eran hermosas y atractivas como es representado en la película, y no hay ninguna información de que él haya tenido relaciones indecorosas con ellas. Aquella historia sólo fue incluída para añadir condimento a la película.
Otro ejemplo es la película "La Decisión de Sophie", de otro director judío, Alan J. Pakula, en la cual "Sophie" y sus dos pequeños hijos son enviados a Auschwitz (Auschwitz es el santo templo de la tradición del "Holocausto"). Durante el proceso de "selección" (la "selección" es ahora una de las "estaciones" del "Vía Crucis" de la religión del "Holocausto") inmediatamente después de su llegada, a Sophie le dice un estereotípicamente malvado oficial nacionalsocialista (supuestamente el doctor Joseph Mengele de Auschwitz, de pésima fama) que ella sólo puede conservar a uno de sus hijos y que el otro debe ir a la cámara de gas. Ella es obligada a elegir cuál conservará y cuál será enviado a la cámara de gas. De ahí el título de "La Decisión de Sophie". El malvado oficial nacionalsocialista no proporciona ninguna razón o explicación en la película para requerir que un niño muriera o para obligarla a hacer dicha desgarradora decisión. Que él sea un "malvado" nacionalsocialista se supone que es suficiente explicación. Esa absurda película está basada en una novela del escritor del Sur estadounidense William Styron, quien no tenía ningún conocimiento de primera mano de los campos en absoluto.
Auschwitz fue simplemente usado como el escenario para un cuento que salió de su imaginación. Nada por el estilo alguna vez sucedió en la vida real. Con todo, malvadas historias nacionalsocialistas como éstas han sido durante mucho tiempo un artículo básico en Hollywood. El público de las películas ha sido tan condicionado por estas tonterías, que la ficción ha llegado a ser el "hecho" en la mente pública. Hemos sido todos lavados de cerebro para aceptar tales absurdos sin escepticismo. Los alemanes son "malos", de modo que ellos hacen cosas "malas". Ninguna explicación adicional es necesaria. Sin embargo, Alemania no siempre fue vista bajo esta luz.
La imagen de Alemania como una nación siniestra, predadora y belicista sólo echó raíces en el siglo XX. La Alemania del siglo XIX, por contraste, era vista como un lugar de paz e ilustración. El historiador inglés Frederic William Maitland describió el modo en que la gente inglesa veía a los alemanes durante el siglo XIX:"Era habitual y plausible describir al alemán como un ser poco práctico, soñador, sentimental, que mira con tranquilos ojos azules hacia una nube de música y metafísica y humo de tabaco".
La altamente influyente escritora francesa y matrona de salón Madame de Stael retrató a los alemanes durante el período de las guerras napoleónicas como una nación de "poetas y pensadores, una raza de soñadores amables, poco prácticos y desapegados del mundo, sin prejuicios nacionales y reticentes a la guerra".
Los estadounidenses también tenían una opinión benigna de los alemanes antes del siglo XX. El historiador estadounidense Henry Cord Meyer escribió: "Ya sean vistos en su nación recientemente unida [Alemania se unió en una nación en 1871] o en este país [los inmigrantes alemanes en Estados Unidos], los alemanes eran generalmente considerados como gente metódica y enérgica que era modelos de progreso, mientras que por su devoción a la música, la educación, la ciencia y la tecnología ellos despertaban la admiración y la emulación de los estadounidenses".
En 1905 Andrew Dickson White, un célebe historiador estadounidense, educador y embajador ante Alemania, escribió justo nueve años antes del inicio de la Primera Guerra Mundial:
"Alemania, desde ser una gran masa confusa de guerreros y pensadores y trabajadores, militante en propósitos diversos, desgastándose en luchas vanas, y depredados por vecinos malévolos, se ha convertido [después de la consolidación] en una gran potencia en armas, en el arte, en la ciencia, en la literatura; una fortaleza de alto pensamiento; un guardián de la civilización; el aliado natural de cada nación que busca el mejor desarrollo de la Humanidad".
El pueblo alemán ha hecho históricamente grandes contribuciones en cada esfera del logro cultural, intelectual y científico. En el campo de la música, hubo genios del siglo XVIII tales como Bach, Haydn, Mozart, Beethoven, Shubert y Schuman, por nombrar unos pocos. Este genio musical continuó en el siglo XIX con los Strauss, Mahler y Richard Wagner. Hubo contribuciones literarias de Goethe y Schiller, los trabajos históricos de Ranke y Niebuhr, los estudios filosóficos de Kant y Hegel, y las grandes contribuciones científicas de Alexander von Humboldt y William Conrad Roentgen. Éstos son sólo unos pocos ejemplos de una lista muy larga. El sistema prusiano de enseñanza superior y el florecimiento cultural que caracterizó a Prusia durante los años posteriores a las guerras napoleónicas influyó enormemente tanto a Europa como a Estados Unidos. El sistema escolar público estadounidense, así como nuestro sistema universitario, fue deliberadamente modelado a partir del sistema escolar público prusiano y su sistema universitario.
Hemos sido lavados de cerebro por la implacable propaganda para considerar a los alemanes como intrínsecamente militaristas, agresivos, brutales, racistas y anti-judíos, con una predilección por la obediencia ciega a figuras de autoridad. Cientos de películas de Hollywood, la incansable propaganda del "Holocausto" e innumerables libros y artículos de revista han reforzado permanentemente esta imagen negativa de Alemania en la mente popular. No se requieren motivos racionales para los inexplicables horrores de los que se acusa a los alemanes que cometieron rutinariamente. Es axiomático que su naturaleza malvada explica todo esto.
Considere la película "La Lista de Schindler" del director judío Steven Spielberg, por ejemplo. El comandante nacionalsocialista del campo de concentración (supuestamente el campo Plaszow fuera de Cracovia, no lejos de Auschwitz), está sin camisa en el balcón de su casa con un rifle de caza sobre sus hombros desnudos. El rifle está equipado con una mira telescópica. En la película, la casa está localizada en una colina encima del campo de modo que él pueda mirar los grupos de prisioneros que se mueven alrededor en el recinto abajo. Él levanta el rifle y lo apoya en su hombro y por el telescopio comienza casualmente a explorar de un preso al otro. La imagen que se ve por el telescopio ahora llena la pantalla de la película. Las líneas de la mira telescópica se detienen en un preso seleccionado al azar. Él tira del gatillo y el preso cae a tierra, muerto. La pantalla entonces regresa al comandante nacionalsocialista para mostrar el aburrido desapego con que él actúa al provocar la descarga de su rifle y casualmente lo levanta hasta su hombro. Él dispara otra vez, y nuevamente un preso cae a tierra, muerto.
Aburrido con su "práctica de tiro" él vuelve su atención a la hermosa, atractiva y desnuda mujer que está en una cama justo dentro de la casa desde el balcón. La mujer es supuestamente una de sus criadas judías seleccionadas del campo, quien también por lo visto sirve como su esclava sexual. La cara de él expresa un desdeñoso aunque indiferente cinismo. El propósito de los disparos, así como presentar a la criada desnuda (la que resulta ser judía, ¿qué otra cosa?), es mostrar al oficial nacionalsocialista como totalmente depravado, sin conciencia, moralidad o empatía por otros humanos; en resumen, un psicópata. Se supone, por supuesto, que los prisioneros asesinados eran todos judíos. Dos populares temas judíos son combinados aquí: los malvados nacionalsocialistas y la persecución judía.
Este episodio es completamente ficticio, basado en una novela de Thomas Keneally, un australiano que sólo visitó los campos de concentración una vez en 1980 y que no tenía ningún verdadero conocimiento de lo que ocurrió allí. Ningún acontecimiento real como el descrito ha sido registrado alguna vez, y sin embargo la gran mayoría de los asiduos a las películas se lo traga entero y lo acepta como historia real. El verdadero campo Plaszow estaba localizado al otro lado de una colina desde la casa del comandante, y completamente fuera de la vista desde el balcón del comandante. Hubiera sido imposible para él disparar hacia el recinto como se muestra en la película, incluso si él hubiera estado inclinado a hacer aquello, lo que es muy improbable.
El comandante real de Plaszow, Amon Goeth, en el cual está basado el personaje de la película, vivía en la casa con su novia Ruth Kalder, con quien él tenía un hijo. Ruth dijo que ellos tenían la intención de casarse, pero eran incapaces de hacer eso debido al caos al final de la guerra. Ella cambió su apellido y el de su hijo a Goeth después de la guerra con la ayuda del padre de Amon Goeth. Amon Goeth fue ahorcado después de la guerra por el gobierno polaco (el gobierno polaco de posguerra era completamente judío, a propósito) principalmente por ser un miembro del Partido Nacionalsocialista y un miembro de las Waffen-SS, no por disparar a los prisioneros. Ruth describió a Amon Goeth como un hombre culto que tenía una hermosa voz de canto. Goeth, en efecto, tenía realmente dos criadas judías seleccionadas del campo mientras él era el comandante, pero ellas no eran hermosas y atractivas como es representado en la película, y no hay ninguna información de que él haya tenido relaciones indecorosas con ellas. Aquella historia sólo fue incluída para añadir condimento a la película.
Otro ejemplo es la película "La Decisión de Sophie", de otro director judío, Alan J. Pakula, en la cual "Sophie" y sus dos pequeños hijos son enviados a Auschwitz (Auschwitz es el santo templo de la tradición del "Holocausto"). Durante el proceso de "selección" (la "selección" es ahora una de las "estaciones" del "Vía Crucis" de la religión del "Holocausto") inmediatamente después de su llegada, a Sophie le dice un estereotípicamente malvado oficial nacionalsocialista (supuestamente el doctor Joseph Mengele de Auschwitz, de pésima fama) que ella sólo puede conservar a uno de sus hijos y que el otro debe ir a la cámara de gas. Ella es obligada a elegir cuál conservará y cuál será enviado a la cámara de gas. De ahí el título de "La Decisión de Sophie". El malvado oficial nacionalsocialista no proporciona ninguna razón o explicación en la película para requerir que un niño muriera o para obligarla a hacer dicha desgarradora decisión. Que él sea un "malvado" nacionalsocialista se supone que es suficiente explicación. Esa absurda película está basada en una novela del escritor del Sur estadounidense William Styron, quien no tenía ningún conocimiento de primera mano de los campos en absoluto.
Auschwitz fue simplemente usado como el escenario para un cuento que salió de su imaginación. Nada por el estilo alguna vez sucedió en la vida real. Con todo, malvadas historias nacionalsocialistas como éstas han sido durante mucho tiempo un artículo básico en Hollywood. El público de las películas ha sido tan condicionado por estas tonterías, que la ficción ha llegado a ser el "hecho" en la mente pública. Hemos sido todos lavados de cerebro para aceptar tales absurdos sin escepticismo. Los alemanes son "malos", de modo que ellos hacen cosas "malas". Ninguna explicación adicional es necesaria. Sin embargo, Alemania no siempre fue vista bajo esta luz.
La imagen de Alemania como una nación siniestra, predadora y belicista sólo echó raíces en el siglo XX. La Alemania del siglo XIX, por contraste, era vista como un lugar de paz e ilustración. El historiador inglés Frederic William Maitland describió el modo en que la gente inglesa veía a los alemanes durante el siglo XIX:"Era habitual y plausible describir al alemán como un ser poco práctico, soñador, sentimental, que mira con tranquilos ojos azules hacia una nube de música y metafísica y humo de tabaco".
La altamente influyente escritora francesa y matrona de salón Madame de Stael retrató a los alemanes durante el período de las guerras napoleónicas como una nación de "poetas y pensadores, una raza de soñadores amables, poco prácticos y desapegados del mundo, sin prejuicios nacionales y reticentes a la guerra".
Los estadounidenses también tenían una opinión benigna de los alemanes antes del siglo XX. El historiador estadounidense Henry Cord Meyer escribió: "Ya sean vistos en su nación recientemente unida [Alemania se unió en una nación en 1871] o en este país [los inmigrantes alemanes en Estados Unidos], los alemanes eran generalmente considerados como gente metódica y enérgica que era modelos de progreso, mientras que por su devoción a la música, la educación, la ciencia y la tecnología ellos despertaban la admiración y la emulación de los estadounidenses".
En 1905 Andrew Dickson White, un célebe historiador estadounidense, educador y embajador ante Alemania, escribió justo nueve años antes del inicio de la Primera Guerra Mundial:
"Alemania, desde ser una gran masa confusa de guerreros y pensadores y trabajadores, militante en propósitos diversos, desgastándose en luchas vanas, y depredados por vecinos malévolos, se ha convertido [después de la consolidación] en una gran potencia en armas, en el arte, en la ciencia, en la literatura; una fortaleza de alto pensamiento; un guardián de la civilización; el aliado natural de cada nación que busca el mejor desarrollo de la Humanidad".
El pueblo alemán ha hecho históricamente grandes contribuciones en cada esfera del logro cultural, intelectual y científico. En el campo de la música, hubo genios del siglo XVIII tales como Bach, Haydn, Mozart, Beethoven, Shubert y Schuman, por nombrar unos pocos. Este genio musical continuó en el siglo XIX con los Strauss, Mahler y Richard Wagner. Hubo contribuciones literarias de Goethe y Schiller, los trabajos históricos de Ranke y Niebuhr, los estudios filosóficos de Kant y Hegel, y las grandes contribuciones científicas de Alexander von Humboldt y William Conrad Roentgen. Éstos son sólo unos pocos ejemplos de una lista muy larga. El sistema prusiano de enseñanza superior y el florecimiento cultural que caracterizó a Prusia durante los años posteriores a las guerras napoleónicas influyó enormemente tanto a Europa como a Estados Unidos. El sistema escolar público estadounidense, así como nuestro sistema universitario, fue deliberadamente modelado a partir del sistema escolar público prusiano y su sistema universitario.
Los estudiosos y los periodistas británicos habían estado muy favorablemente dispuestos hacia todas las cosas alemanas, incluyendo su historia, su cultura e instituciones a través de todo el siglo XIX. El muy respetado historiador de Cambridge Herbert Butterfield comentó extensamente sobre la alta consideración británica por Alemania.
"En Inglaterra la opinión que una vez prevaleció era que la historia alemana era particularmente la historia de la libertad, ya que era una historia que comprendía la federación, el Parlamento, las ciudades autónomas, el Protestantismo, y una ley de la libertad llevada por las colonias alemanas al Este eslavo. En aquel tiempo eran los Estados latinos los que eran considerados inclinados hacia el autoritarismo, aferrándose al Papado en Italia, la Inquisición en España y las dictaduras Bonapartistas en la Francia militarista. La inversión de esta opinión en el siglo XX y su reemplazo por una opinión común de que Alemania había sido el agresor y el enemigo de la libertad a través de todas las épocas, sin duda será objeto de la investigación histórica algún día, especialmente ya que parece haber coincidido tan estrechamente con un cambio en la política exterior británica... Hasta principios de 1900 cuando la erudición histórica en Inglaterra llegó a su clímax con hombres como Acton y Maitland, las palabras difícilmente pueden describir la admiración por Alemania —y el confesado discipulado— que existía entre los historiadores ingleses".
Y luego el escritor británico Thomas Arnold (1795―1842) vio a Alemania no como una nación con una predisposición única hacia el autoritarismo y la reglamentación sino más bien como una "cuna de la ley, la virtud y la libertad", y consideró como una "distinción de primer orden" que los ingleses pertenecieran a la familia germánica de pueblos. Muchas fotografías representan la manera en la cual el mundo veía a Alemania durante los siglos XVIII y XIX, hasta el comienzo de la Primera Guerra Mundial.
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