"No hace falta preguntarse cómo, técnicamente, tal muerte de masas ha sido posible. Ha sido posible técnicamente porque ha tenido lugar. Tal es el punto de partida obligado de toda investigación histórica sobre el tema. Esta verdad, simplemente nos corresponde recordarla: no hay, ni puede haber, un debate sobre la existencia de las cámaras de gas" (Valérie Igounet, Histoire du Négationnisme en France, Paris, 2000, p. 237).
En mi opinión, los "exterminacionistas", como yo los llamo, firmaron con ello una capitulación a campo abierto. En el plano de la ciencia y de la Historia, el mito de las cámaras de gas acababa de recibir un golpe fatal.
Desde esa fecha, ninguna obra exterminacionista ha venido a aportar aclaraciones sobre este punto, y sobre todo no la de Jean-Claude Pressac, falazmente titulada Auschwitz: Technique and Operation of the Gas Chambers. Para comenzar, ha acabado el tiempo en que los historiadores osaban decirnos que era autentica tal cámara de gas presentada a los turistas como "en su estado original", "en estado de reconstitución" o "en estado de ruinas" (las ruinas también pueden hablar). Las pretendidas cámaras de gas de Auschwitz no eran más que cámaras de frío para la conservación de cadáveres en espera de su cremación, tal como lo atestiguan los planos que descubrí en 1976.
Muéstreme o Dibújeme...
En Marzo de 1992 yo lancé en Estocolmo un desafío de alcance internacional:"¡Muéstreme o dibújeme una cámara de gas nacionalsocialista!". Yo precisaba que no estaba interesado por un edificio que supuestamente contenía una tal cámara de gas, ni por un fragmento de muro, ni por una puerta, ni por cabellos, ni por calzado. Yo quería una representación completa del arma del crimen, de su técnica, de su funcionamiento. Yo añadía que, si se pretendía ahora que los alemanes habían destruído esta arma, era preciso que se me dibujara esta arma.
Yo rehusaba creer en una "realidad material" desprovista de representación material.
El Holocaust Memorial Museum
El 30 de Agosto de 1994 visité el Holocaust Memorial Museum de Washington. No encontré allí ninguna representación física de la mágica cámara de gas. Ante cuatro testigos, en su oficina, pedí entonces a Michael Berenbaum, director de investigación del museo, que me explicara dicha anomalía. Después de ponerse violentamente airado, acabo por responderme que "se había tomado la decisión de no dar ninguna representación física de la cámara de gas nacionalsocialista". Él ni siquiera trató de aludir a la existencia en su museo de una maqueta artística del crematorio II de Birkenau. Él sabía que esa maqueta, que por otra parte no reproducía en su libro-guía del museo, no era más que una creación artística sin relación con la realidad.
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