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Esto que vas a leer en este blog son algunos "detalles" que tus profesores de historia no creyeron que fuera necesario contarte.

miércoles, 17 de febrero de 2016

El momento de la segunda incursión

Pero quizás el horror más memorable de esa segunda incursión ocurrió en los hospitales. En el último año de la guerra, Dresden se había convertido en una ciudad-hospital, con muchas de sus escuelas convertidas en refugios temporales. De sus 19 hospitales, 16 quedaron muy dañados y tres, incluyendo la principal clínica de maternidad, fueron totalmente destruídos. Miles de sobrevivientes mutilados fueron arrastrados por sus enfermeras a las orillas del río Elba, donde ellos fueron puestos en filas en el pasto para esperar la luz del día. Pero cuando ésta llegó, hubo otro horror.




Igualmente terrible fue la carnicería en la gran plaza fuera de la principal estación de ferrocarriles. Allí, los miles que acampaban habían sido reforzados por otros miles que escapaban del centro de la ciudad, mientras dentro de la estación una docena de trenes, cuando sonaron las primeras sirenas, había sido transferida a otras áreas y evitaron así todo daño. 



Después de que se detuvo la primera incursión, esos trenes fueron transferidos de vuelta a las plataformas de la estación, justo a tiempo para recibir el impacto pleno del bombardeo. Durante semanas hubo cuerpos destrozados dentro y fuera del edificio de la estación. 



Bajo el suelo, la escena era incluso más macabra. Los restaurantes, las bodegas y los túneles podrían haber sido fácilmente convertidos en eficaces refugios a prueba de bombas. Las autoridades no se habían molestado en hacer eso, y de las 2.000 personas que se agrupaban en la oscuridad, 100 fueron quemadas vivas y 500 se asfixiaron antes de que las puertas pudieran ser abiertas y los sobrevivientes pudieran salir fuera.


El momento de la segunda incursión, justo tres horas después de la primera, no sólo aseguró que los pocos cazas nocturnos en el área estuvieran fuera de guardia, sino que también creó el caos pretendido e interrumpió efectivamente todo el trabajo de rescate. Por varios kilómetros alrededor, destacamentos militares, escuadrillas de rescate y cuerpos de bomberos comenzaron su camino a la golpeada ciudad, y la mayor parte de ellos se abrían camino por los suburbios cuando las bombas comenzaron a caer. Aquellos que se volvieron atrás fueron tragados pronto en la loca precipitación de la evacuación de pánico. La mayor parte de aquellos que fueron hacia el centro perecieron en la tormenta de fuego.



Las escenas más terribles en el centro de la ciudad ocurrieron en la plaza del magnífico antiguo mercado, el Altmarkt. Poco después de que la primera incursión terminara, esa gran plaza estaba atestada de jadeantes sobrevivientes. Cuando la segunda incursión atacó, ellos apenas pudieron moverse hasta que alguien recordó el enorme tanque de concreto con agua de emergencia que había sido construído a un lado. 



Ese tanque era de 90 x 45 mts. y de 1,80 mt. de hondo. Hubo una repentina estampida de gente que se sumergió en dicho tanque para evitar el calor de la tormenta de fuego. Aquellos que hicieron eso olvidaron que sus lados inclinados eran resbalosos, sin pasamanos. Los no nadadores se hundieron hasta el fondo, arrastrando a los nadadores con ellos. Cuando los rescatistas llegaron al Altmarkt cinco días más tarde, ellos encontraron el tanque lleno de cadáveres hinchados, mientras que el resto de la plaza estaba lleno con figuras recostadas o sentadas tan contraídas por la incineración que treinta de ellas pudieron ser llevadas en una sola bañera.




Puntualmente a las 11:30 AM la tercera oleada de bombarderos, compuesta por 211 Fortalezas Volantes estadounidenses, comenzó su ataque. Una vez más, el área de destrucción fue ampliada a través de la ciudad. Pero lo que todos los sobrevivientes recuerdan son los innumerables cazas Mustang que se zambullían hacia abajo por sobre los cuerpos acurrucados en las orillas del Elba, así como en los grandes céspedes del Grosse Garten, a fin de ametrallarlos. Otros Mustangeligieron como sus objetivos las apretadas muchedumbres que bloqueaban cada camino de Dresden. Nadie sabe cuántas mujeres y niños realmente fueron muertos por aquellos ataques-zambullidas de bombardeo. Pero en la leyenda de la destrucción de Dresden, ellos se han convertido en un símbolo del sadismo y la brutalidad yanqui, y al investigador nunca se le permite olvidar que muchos niños del coro de una de las iglesias más famosas de Dresden estuvieron entre las víctimas.


Durante cinco días y sus noches, la ciudad estuvo ardiendo, y ninguna tentativa fue hecha para entrar en ella. Entonces por fin las autoridades comenzaron a tratar con la crisis y a estimar el daño. De los cinco teatros de Dresden, todos habían desaparecido. De sus 54 iglesias, nueve fueron totalmente destruídas y 38 seriamente dañadas. De sus 139 escuelas, 69 dejaron de existir y 50 fueron severamente golpeadas. El gran zoológico, que está justo más allá delGrosse Garten, había sido golpeado en la segunda incursión, y los animales llenos de pánico se habían mezclado con los desesperados sobrevivientes. Entonces ellos fueron acorralados y baleados. Aquellos hombres que se escaparon de las prisiones, ya que ellas también fueron voladas en pedazos, tuvieron mejor fortuna: todos ellos lograron escapar, incluyendo varios anti-nacionalsocialistas.

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